jueves, 19 de junio de 2008

Tenerife... "La Achinet o Chenet de los guanches"


Tenerife es una isla de origen volcánico que forma parte del Archipiélago Canario; su nacimiento puede situarse en el terciario. Tiene una curiosa forma triangular y una superficie de 2.057 kilómetros cuadrados de compleja y escarpada orografía.

Basta decir, para imaginar las alturas y desniveles que se producen en su geografía, que en el mismo centro de un área tan reducida, se alza el gigantesco Pico del Teide, con 3.718 metros de altura, el punto más elevado de todo el territorio del Estado Español.

Parte de la isla, en su zona nor-oriental, está atravesada por una cordillera, la de Anaga, que la divide, desde su vértice más alargado y estrecho, en dos retrepadas vertientes.

Lo más característico de la geografía insular es el contraste Norte-Sur, con un predominio del verde en el Norte, más húmedo, y de los ocres en el Sur, mucho más seco y soleado.

La estructura geográfica y el cambiante paisaje de Tenerife recuerda con frecuencia, su origen volcánico, no sólo en el Parque Nacional del Teide, donde la lava solidificada ha moldeado las más caprichosas figuras y un cúmulo de impresionantes perspectivas, sino en las paredes casi verticales de algunos acantilados y en las manchas de material negro y rojizo que asoman entre la vegetación de las cumbres, como testigos pétreos de viejas erupciones.

De hecho, Las Cañadas no son más que el mayor de los dos cráteres de un volcán de doble cono, El Teide, una mole majestuosa venerada, desde antiguo, como divinidad, por los pobladores prehispánicos de la isla.

La abrupta orografía isleña y su variedad de climas dan como resultado un verdadero mosaico de paisajes que van desde esos ya mencionados testimonios pétreos de la actividad telúrica hasta frondosos valles de vegetación subtropical, pasando por zonas casi desérticas y boscosos parajes de medianías en los que una niebla huidiza, de rápidos y fantasmagóricos desplazamientos, suele hacer acto de presencia.

Las enormes diferencias de altitud que se registran en Tenerife, permiten contemplar, con frecuencia, el espectáculo del mar de nubes, una experiencia extraordinaria, en la que vemos extenderse bajo nuestros pies y hasta el límite del horizonte, una algodonosa y plateada superficie sobre la que parecería, no esforzando mucho la imaginación, que podríamos caminar sin sentir nuestro propio peso.

A tales y tan distintos paisajes - a los adustos acantilados del Norte, que ocultan a sus pies pequeñas calas de arena negra, se opone el litoral más asequible del Sur, más rico en playas, o las tierras planas y feraces de la Isla Baja al Noroeste - corresponden distintas vegetaciones.

La retama primaveral y el colorista tajinaste en Las Cañadas (en las laderas del volcán se encuentra una flor que nace en unas alturas increíbles: la violeta del Teide); la palmera, en sus múltiples variantes, en las zonas más subtropicales, muchas de ellas cubiertas de grandes extensiones de plataneras; los frutales y árboles de hoja caduca en algunas medianías - castaños en los altos de La Orotava, almendros descendiendo por Vilaflor, los bosques de pinos más arriba, y las tuneras o chumberas y plantas autóctonas resistentes a la sequedad - tabaibas, cardones, verodes... - en los parajes sureños.

A las variedades puramente canarias de palmera y pino, la primera de una esbelta elegancia y el segundo, por adaptación evolutiva, muy resistente al fuego, hay que añadir la estampa de los dragos, el árbol mitológico de los primeros pobladores de las islas, y las reservas de laurisilva, una formación vegetal relictica de la Era Terciaria únicamente conservada en lugares muy concretos de este archipiélago; en Tenerife, justamente, en las cumbres de Anaga.

En invierno, a medida que va acercándose la Navidad, los campos de algunas zonas de Tenerife se cubren espontáneamente, con un adorno propio de la época, la flor de pascua.

Realizado por: Yeni Alexandra Escalona, 3º ESO, grupo A.








Veamos seguidamente algunos de los 31 municipios de la isla de Tenerife:

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